jueves, 22 de marzo de 2012

ORFEO Y EURÍDICE

Orfeo era hijo de Calíope, musa de la elocuencia y de Apolo y, por tanto, nieto de Zeus. Poseía el don de la poesía y de la música, con su canto deleitaba a todas las criaturas de la naturaleza.

Se enamoró perdidamente de Eurídice, una bella ninfa de los valles de Tracia y se casó con ella.

Todos a su alrededor festejaban el amor que se tenían.

Sin embargo, la adversidad los acechaba en el camino y se engañaría con ellos. Una serpiente venenosa mordió a Eurídice, en su intento de escapar de Aristeo, le hijo de Apolo, que intentaba poseerla; así pues dejando escapar un grito de su garganta cayó herida de muerte.

Orfeo, desesperado, trató inútilmente de ayudarla, pero ya era tarde, el veneno se había esparcido por todo su cuerpo sin darle tiempo a nada e irremediablemente al poco tiempo murió en sus brazos.

Orfeo no pudo recuperarse de su profunda pena y toda la naturaleza lo acompañó en su dolor.

No pudiendo soportar tonto dolor, Orfeo decidió bajar al Averno decidido a recuperar a su amada.

Acompañado por el barquero Caronte, atravesó la oscura laguna Estigia, que separaba el reino de los vivos del de los muertos; e iluminándose con una antorcha se hundió en las oscuras prfundidades de la morada de los muertos.

Lo acompañaron en su travesía los macabros sonidos de los fantasmas errantes, que no lo desanimaron, tan decidido estaba de hallar a su amada.

Encontró los rostros ajados de las Furias, y el perro Cancerbero de tres cabezas que custodiaba el palacio de Plutón y Proserpina.

Se postró a sus pies y tomando su lira comenzó a cantar una hermosa canción sobre su perdida amada.

Todos los presentes lloraron la compás de su triste canto y los reyes se apiadaron de él.

Euridice fue llamada para que se presentara en el salón del trono y al encontrarse ambos amantes se abrazaron.

Plutón autorizó a Eurídice regresar al mundo de los vivos pero con una condición, que no se girase para mirarla hasta que no saliera del mundo de los muertos.

Orfeo, acompañado del barquero regresó por el mismo camino que lo había conducido hasta el Averno.

Cuando atravesaron el río Estigio, Orfeo se giró haber si venía su amada pero cuando su mirada se paro en el rostro de su amada ella le dijo adiós y desapareció para siempre.

Orfeo intento seguirla pero no pudo, entonces se subió en lo alto de la colonia y se puso a llover y su llanto se convirtió en una melodía que atrajo a todos los seres vivos que había por aquellos alrededores.

Se cuenta que , a raíz de la perdida de su esposa, ya no quiso saber nada más de mujeres y decidió hacer de los hombres su elección. Esto no gustó demasiado a las Ménades, con las que en otros tiempos había retozado durante los ritos en honor a Baco.

Enloquecidas y despechadas se abalanzaron sobre Orfeo y lo despedazaron entre todas, fuera de sí aunque dejaron intacta su cabeza y su lira, que cayeron a un río, el Hebro, que las llevó hasta el mar mientras seguían sonando. Sguún, la cabeza seguía pronunciando el nombre de Eurídice.

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